-Aprovechando que el señor Enrique no está – dijo – quisiera
reiterar a todos los presentes que no son solo los cuentos lo que no
debemos comentar. Tampoco debemos comentar nada de lo sucedido en
terapia. Es uno de sus principios básicos. Incluso si una sesión
fue tan intensa como la de ayer. En casos como este nuestro silencio
es aún más necesario.
-¿Por qué? - preguntó Eusebio Kaim, sin alzar la mirada del plato.
-Porque entonces encubrimos con nuestras palabras e intentos de
interpretación aquello que hemos descubierto. Al contrario, debemos
dejar que la verdad empiece a actuar. Que encuentre su camino a
nuestras almas. Sería deshonesto, respecto a todos nosotros, matar
esa verdad por medio de discusiones académicas. Créanme que así es
mejor.
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Me pregunto cómo sería, pensó Szacki, si ahora estacionase en el
patio y entrase a ese departamento en el tercer piso, y allí me
esperase aquella chica. Si tuviese una vida completamente distinta,
otros discos de música, otros libros en los estantes, si sintiese el
olor de otro cuerpo a mi lado. Podríamos ir a pasear por el parque
Lazienki, le contaría por qué tuve que ir hoy a trabajar, por
ejemplo en un estudio de arquitectos, y ella diría que soy muy
valiente y me compraría un helado junto al teatro La Isla. Todo
sería distinto.
Qué vileza, pensaba Szacki, que solo tengamos una vida, y que esta
nos fatigue tan pronto.
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MIŁOSZEWSKI, Z. (2007). Uwikłanie. Varsovia, Polonia: Grupa Wydawnicza Foksal, p. 11 y p. 25-26
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