lunes, 30 de septiembre de 2013

Dónde pongo lo hallado


Dónde pongo lo hallado
SILVIA RODRÍGUEZ

Dónde pongo lo hallado
en las calles, los libros, las noche,
los rostros en que te he buscado.

Dónde pongo lo hallado
en la tierra, en tu nombre, en la Biblia,
en el día que al fin te he encontrado.

Qué le digo a la muerte tantas veces llamada
a mi lado que al cabo se ha vuelto mi hermana.
Qué le digo a la gloria vacía de estar solo
haciéndome el triste, haciéndome el lobo.

Qué le digo a los perros que se iban conmigo
en noches pérdidas de estar sin amigos.
Qué le digo a la luna que creí compañera
de noches y noches sin ser verdadera.

Qué hago ahora contigo.
Las palomas que van a dormir a los parques
ya no hablan conmigo.

Qué hago ahora contigo.
Ahora que eres la luna, los perros,
las noches, todos los amigos.

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Texto tomado de aquí.

jueves, 12 de septiembre de 2013

luz

Ya hace de esto nuevamente una temporada, muchas cosas han ocurrido desde entonces y se han modificado; sólo puedo recordar algunas concretas de aquella noche, palabras sueltas cambiadas entre los dos, momentos y detalles eróticos de profunda ternura, fugaces claridades de estrellas al despertar del pesado sueño de la extenuación amorosa. Pero aquella noche fue cuando de nuevo por vez primera desde la época de mi derrota me miraba mi propia vida con ojos inexorablemente radiantes, y volví a reconocer a la casualidad como destino y a las ruinas de mi vida como fragmento celestial. Mi alma respiraba de nuevo, mis ojos veían otra vez, y durante algunos instantes volví a presentir ardientemente que no tenía más que juntar el mundo disperso de imágenes, elevar a imagen el complejo de mi personalísima vida de lobo estepario, para penetrar a mi vez en el mundo de las figuras y ser inmortal.

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Hermann Hesse, El lobo estepario, Alianza Editorial: Madrid 1998, p. 161

Lenguajes IX

Despertar con un rayo de sol
RICARDO SILVA-SANTISTEBAN

Dios del tiempo que empapas mis sienes
Padre ausente de la cumbre del habla
Espíritu y materia de un manantial secreto
El huracán del verbo sostiene tenues sílabas
Que apenas alimentan el canto
Con la purísima materia de su ser encadenado

Otra vez hemos perdido la madurez del lenguaje
Pero ascender entre sus cimas
Es el oficio del poeta
Hay que recomenzar la tarea de aprenderlo
Porque su centro se pierde entre audacias de voces
Y anheloso persiste del don de profecía

Y tú diosa del alba devela mis sentidos
Ya frutecen los astros no vistos de los cielos
Ya esplenden frescas brisas con descuido
Os abrazo con mis alas
Venid a mí luceros estrellados
La gracia de la aurora acapara mis ocios

La Vía Láctea es el ojo del universo
Una hormiga la sombra de la tierra
Entre cucharas y restos
Se devana la leche de la estrella
Y el alba se aproxima con sigilos de lobo
Fulgid luceros con rumor de torrentes
La vida ocupa de nuevo el esplendor de la luz

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Ricardo Silva-Santisteban, Cuatro poemas secretos, Lustra Editores, Lima 2012, p. 12-13