jueves, 4 de diciembre de 2008

pintalabios

***
HALINA POŚWIATOWSKA

Desde que te conocí, llevo en el bolsillo un pintalabios, es algo estúpido llevar pintalabios en el bolsillo cuando tú me miras tan serio como si vieras en mis ojos una iglesia gótica. Y yo no soy ningún templo, tan solo un bosque y un prado - temblor de hojas, que buscan tus manos. Allá detrás suena el río, es el tiempo que huye, y tú lo dejas pasar entre los dedos, y no quieres atrapar al tiempo. Y cuando me despido de ti, mis labios pintados quedan intactos, pero yo igual llevo un pintalabios en el bolsillo desde que sé que tienes labios hermosos.

----
Traducción de Alhelí Málaga para Amaré al aire.
Texto extraído de aquí.

martes, 2 de diciembre de 2008

---

47
EMILY DICKINSON

¡Corazón! ¡Lo olvidaremos!
Tú y yo - ¡esta noche!
Podrás olvidar el calor que desprendía -
¡Yo olvidaré la luz!

Cuando hayas terminado, ¡te ruego me lo digas
para que pueda yo comenzar!
¡Deprisa! ¡No sea que al demorarte 
Lo vuelva a recordar!

----------------
versión de Paul S. Derrick, Nicolás Estévez y Gabriel Torres Chalk

viernes, 31 de octubre de 2008

Obras completas - Augusto Monterroso



Cuando cumplió cincuenta y cinco años, el profesor Fombona había consagrado cuarenta al resignado estudio de las más diversas literaturas, y los mejores círculos intelectuales lo consideraban autoridad de primer orden en una dilatada variedad de autores. Sus traducciones, monografías, prólogos y conferencias, sin ser lo que se llama geniales (por lo menos eso dicen hasta sus enemigos) podrían constituir en caso dado una preciosa memoria de cuanto valor se ha escrito en el mundo, máxime si ese caso fuera, digamos, la destrucción de todas las bibliotecas existentes.

Su gloria como maestro de la juventud no era menor. El selecto grupo de ávidos discípulos que comandaba, y con el que compartía una que otra hora por las tardes, veía en él un humanista de inagotable erudición y seguía sus indicaciones con fanatismo incondicional, del que el propio Fombona era el primero en asustarse: más de una vez había sentido el peso de esos destinos gravitando sobre su conciencia.

El último, Feijoo, apareció tímidamente. Un día. Con cualquier pretexto, se atrevió a reunírseles en el café. Aceptado en principio por Fombona, más tarde se incorporó al grupo como todo buen neófito: con cierto temor inocultable y sin participar mucho en las discusiones. Sin embargo, pasados algunos días y vencida en parte la timidez inicial, se decidió al fin a mostrarles algunos versos. Le gustaba leerlos él mismo, acentuando con entonación molestamente escolar las partes que creía de mayor efecto. Después doblaba sus papelitos con serenidad nerviosa, los metía en su cartapacio y jamás volvía a hablar de ellos. Ante cualquier opinión, favorable o negativa, desarrollaba un silencio oprimido, molesto. Inútil consignar que a Fombona esos trabajos no le parecían buenos, pero adivinaba en el autor cierta fuerza poética oculta pugnando por salir.

La inseguridad de Feijoo no podía escapar a la felina percepción de Fombona. Muchas veces lo pensó con detenimiento y estuvo a punto de decirle unas palabras de elogio (era obvio que Feijoo las necesitaba); pero una resistencia extraña que no llegó nunca a comprender, o que trataba por todos los medios de ocultarse, le impedía pronunciar esas palabras. Por el contrario, si algo se le ocurría era más bien una broma, cualquier agudeza sobre los versos, que provocaba invariablemente la risa de todos. Decía que eso «descargaba la atmósfera» haciendo menos sensible su presencia de maestro; pero un acre remordimiento se apoderaba siempre de él inmediatamente después de aquellas salidas. La parquedad en el elogio era la virtud que cultivaba con más esmero. Sin duda porque él mismo, a la edad de Feijoo, se avergonzaba de escribir versos, y un rubor invencible -tanto mas difícil de evitar cuanto más combatido- le subía al rostro si alguien encomiaba sus vacilantes composiciones. Aún ahora, cuando cuarenta años de tenaz ejercicio literario -traducciones, monografías, prólogos y conferencias- le deparaban una seguridad antes desconocida, rehuía todo género de alabanzas, y los elogios de sus admiradores eran para él más bien una constante amenaza, algo que en secreto imploraba, pero que rechazaba siempre con un gesto huraño, o superior.

Con el tiempo los poemas de Feijoo empezaron a ser perceptiblemente mejores. Claro, ni Fombona ni su grupo se lo decían, pero en ausencia de Feijoo comentaban la posibilidad de que terminara por convertirse en un gran poeta. Sus progresos fueron finalmente tan notorios que el mismo Fombona se entusiasmó, y una tarde, como sin darse cuenta, le dijo que a pesar de todo sus versos encerraban no poca belleza. El rubor de Feijoo ante lo insólito de ese inesperado incienso fue más visible y penoso que nunca. Evidentemente sufría por la exigencia futura que esas palabras implicaban: mientras Fombona guardó silencio no tenía nada que perder; ahora su obligación era superarse a cada nuevo intento para conservar el derecho a aquella generosa frase de aliento.

Desde entonces le fue cada vez más difícil mostrar sus trabajos. Por otra parte, a partir de ese momento el entusiasmo de Fombona se transformó en una discreta indiferencia que Feijoo no tuvo la capacidad de comprender. Un sentimiento de impotencia lo asaltó ya no sólo ante los demás, sino hasta a solas consigo mismo. Aquella alabanza de Fombona equivalía un poco a la gloria, y el riesgo de una censura fue algo que Feijoo no se sintió ya con fuerzas para afrontar. Pertenecía a esa clase de personas a quienes los elogios hacen daño.

En Daysie's el café no es muy bueno y últimamente lo contamina la televisión. Saltemos sobre la ingrata descripción de ese ambiente banal y no nos detengamos, pues no viene al caso, ni siquiera a ver los rostros llenos de vida de las adolescentes que pueblan las mesas, ni mucho menos a oír las conversaciones de los graves empleados de banco que en las tardes, a la hora del crepúsculo, gustan dialogar, llenos de la suave melancolía propia de su profesión, acerca de sus números y de las mujeres sutilmente perfumadas con que sueñan.

Iturbe, Ríos y Montúfar charlaban sobre sus respectivas especialidades: Montúfar, Quintiliano; Ríos, Lope de Vega; Iturbe, Rodó. Al calor de un café que la charla había dejado enfriar, Fombona, como un director de orquesta, señalaba a cada uno la nota apropiada, y extraía una y otra vez de su insondable saco gris (cruelmente injuriado por superpuestas manchas de origen poco misterioso) tarjetas con nuevos datos, por las cuales la posteridad estaría en aptitud de saber que hubo una coma que Rodó no puso, un verso que Lope encontró prácticamente en la calle, un giro que indignaba a Quintiliano. Brillaba en todos los ojos la alegría que esos aportes eruditos despiertan siempre en las personas de corazón sensible. Cartas de primordiales especialistas, envíos de amigos lejanos y hasta contribuciones de procedencia anónima, iban a acrecentar semana a semana el conocimiento exhaustivo de esos grandes hombres distantes en el tiempo y en la geografía. Esta variante, aquella simple errata descubierta en los textos, acrecentaban en el grupo la fe en la importancia de su trabajo, en la cultura, en el destino de la humanidad.

Feijoo, según su costumbre, llegó en silencio y se colocó de inmediato al margen de la conversación. Aparte de conocer bien a Lope de Vega (aunque conocer «bien» a Lope de Vega era algo que Fombona no creía posible), es improbable que supiera distinguir con claridad la diferencia precisa entre Quintiliano y Rodó. Resultaba fácil ver que se sentía molesto y como disminuido.

Fombona consideró propicio el momento. Como solía en esos casos, produjo un cargado silencio que se prolongó por varios minutos. Después, sonriendo un poco, dijo:

-Dígame, Feijoo, ¿recuerda aquella cita de Shakespeare que trae Unamuno en el capítulo III de Del sentimiento trágico de la vida?

No; Feijoo no la recordaba.

-Búsquela; es interesante, puede servirle.

Tal como lo esperaba, al día siguiente Feijoo habló de aquella cita y de su torpe memoria.
Unamuno dejó de ser tema de conversación por algunos días. Y Quintiliano, Lope y Rodó tuvieron tiempo de crecer considerablemente.

Cuando ya Unamuno estaba olvidado por completo:
-Feijoo -dijo otra vez sonriendo Fombona-, usted que conoce tan bien a Unamuno, ¿recuerda cuál fue su primer libro traducido al francés?

Feijoo no lo recordaba muy bien.

El sábado y el domingo siguiente no se vieron. Pero el lunes Feijoo proporcionó ese dato, y la fecha, y el pie de imprenta.

Desde ese día inolvidable las conversaciones adquirieron un nuevo huésped efectivo: Feijoo. Ahora charlaban mucho mejor, y cierto atardecer desapacible, en que la lluvia imprimía una vaga tristeza en los rostros de todos, Feijoo pronunció por primera vez, clara y distintamente, el nombre sagrado de Quintiliano. Feijoo, antigua pieza suelta en aquel armonioso sistema, había encontrado por fin su lugar preciso en el engranaje. Desde entonces los unió algo que antes no compartían: el afán de saber, de saber con precisión.

Fombona volvió a gozar el deleite de sentirse maestro, y un día y otro imprimió un nuevo signo en aquella dócil materia. ¡La indecisión de Feijoo encajaba tan fácilmente en la indecisión de Unamuno! El tema no fue escogido al azar. El campo era infinito. Unamuno filósofo, Unamuno novelista, Unamuno poeta, Kierkegaard y Unamuno, Unamuno y Heidegger y Sartre. Un autor digno de que alguien le consagrara la vida entera, y él, Fombona, encauzando esa vida, haciéndola una prolongación de la suya. Imaginaba a Feijoo en un mar de papeles y notas y pruebas de imprenta, libre de sus temores, de su horror a la creación. ¡Qué seguridad adquiriría! Cómo en adelante aquel querido muchacho temeroso podría enfrentarse a quien fuera, y hablar de todo a través de Unamuno. Y se vio a sí mismo, cuarenta años atrás, sufriendo avergonzado y solo por el verso que se negaba a salir, y que si salía era únicamente para producirle aquel rubor como fuego que nunca pudo explicarse. Pero de nuevo volvió la vieja duda a atormentarlo. Se preguntó otra vez si sus traducciones, monografías, prólogos y conferencias -que constituirían, en caso dado, una preciosa memoria de cuanto de valor se había escrito en el mundo- bastarían a compensarlo de la primavera que sólo vio a través de otros y del verso que no se atrevió nunca a decir. La responsabilidad de un nuevo destino oprimía sus hombros. Y un como remordimiento, el viejo remordimiento de siempre, vino a intranquilizar sus noches: Feijoo, Feijoo, muchacho querido, escápate, escápate de mí, de Unamuno; quiero ayudarte a escapar.

Cuando Marcel Bataillon nos visitó hace unos meses, Fombona les propuso organizar una reunión para agasajarlo y hablar de sus libros.

En la pequeña fiesta Bataillon se interesó vivamente por los nuevos poetas, por la investigación literaria, por la pintura, por todo. Como a las diez y media Fombona tomó a Feijoo por el brazo (creyó percibir una ligera resistencia que fue vencida más por la autoridad de su mirada sonriente que por la fuerza), se acercó al distinguido visitante y pronunció despacio, con calma:

-Maestro, quiero presentarle a Feijoo. Es especialista en Unamuno; prepara la edición crítica de sus Obras completas.

Feijoo le estrechó la mano y dijo dos o tres palabras que casi no se oyeron, pero que significaban que sí, que mucho gusto, mientras Fombona saludaba de lejos a alguien, o buscaba un cerillo, o algo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Stan poetycki

Estado poético
CZESŁAW MIŁOSZ

Como si en vez de ojos tuviese un catalejo inverso, el mundo se aleja, y todo, la gente, los árboles, las calles, se hace pequeño, pero nada de nada pierde su definición, espesándose.

Tuve antes momentos así durante la escritura de poemas, así que conozco la distancia, la contemplación desinteresada, asumir sobre sí un "yo" que es "no-yo", pero ahora es así continuamente y me pregunto qué significa, acaso haya entrado en un permanente estado poético.

Cosas antes difíciles son fáciles ahora, pero no siento una fuerte necesidad de transimitrlas por escrito.

Recién ahora estoy sano y estuve enfermo, pues mi tiempo galopaba y me torturaba el miedo ante aquello que será.

A cada minuto el espectáculo del mundo es para mí de nuevo sorprendente y tan cómico que no puedo entender como pudo querer hacerle frente la literatura.

Sintiendo corporalmente, palpablemente, cada minuto, domestico a la desgracia y no pido a Dios que quiera alejarla de mi, ¿por qué habría, pues, de alejarla de mí si no la aleja de los otros?

Soñé que me encontraba en un angosto umbral sobre la hondura en la que se ve moverse a los grandes peces marinos. Tenía miedo de que al mirar, caería. Entonces me volteé,  me sujeté con los dedos de la aspereza de la pared de roca, y, lentamente, moviéndome con el mar a la espalda, me trasladé a un lugar seguro.

Era impaciente y me irritaba perder el tiempo en tonterías, entre las que contaba la limpieza y la cocina. Ahora con mucha atención pico la cebolla, exprimo los limones, preparo distintas clases de salsas.

1977


-----------------
Traducción de Alhelí Málaga para Amaré al aire.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

viernes, 30 de mayo de 2008

todo es gracia

Ítaca
CONSTANTINO CAVAFIS
traducción de Julia María Plou

Cuando empieces tu ida hacia Ítaca,
desea que el camino sea largo,
lleno de peripecias, lleno de conocimientos.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al encolerizado Poseidón no temas,
tales cosas en tu camino nunca las encontrarás,
si tu mirada permanece alta, si una escogida
emoción a tu alma y a tu cuerpo les guía.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no los encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca delante de ti.

Desea que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas estivales
en que con cuánta satisfacción, con qué alegría
entrarás en puertos por primera vez vistos.
Haz un alto en los mercados fenicios,
y adquiere hermosas cosas,
nácares y corales, ámbares y ébanos,
y sensuales perfumes de todas clases,
los más abundantes y sensuales perfumes que puedas.
Visita muchas ciudades egipcias,
aprende y aprende de los instruidos.

Siempre en tu mente ten a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no precipites el viaje en absoluto.
Es mejor que muchos años dure.
Y que, ya anciano, arribes a la isla,
rico con cuanto obtuviste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.

Ítaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella no hubieras emprendido el camino.
No puede darte nada más.

Aunque la encuentres pobre, Ítaca no te engañó.
Tan sabio como te has hecho, con tanta experiencia,
ahora ya habrás comprendido qué significan las Ítacas.
--------------------
Texto extraído de aquí

domingo, 18 de mayo de 2008

Lenguajes III


Viento
GRUPO CELESTE

Viento, vuelve a ser como ayer-
como aquellos días en que yo vivía- 
junto a mi bohío y la madre mía- 
como aquel entonces tan sólo era un niño- 
y en esa pobreza que feliz yo era- 
viento vuelve a ser como ayer para sentir el comienzo de mi vida,- 
el comienzo de mi historia- 
Viento- 



--------------------- 
Texto extraído de aquí.

miércoles, 30 de abril de 2008

Un caballo en la casa - Wáshington Delgado

Guardo un caballo en mi casa.
De día patea el suelo
junto a la cocina;
De noche duerme al pie de mi cama.
Con su boñiga y sus relinchos
hace incómoda la vida
en una casa pequeña.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
mientras camino hacia la muerte
en un mundo al borde del abismo?
¿Qué otra cosa sino guardar este caballo
como pálida sombra de los prados abiertos
bajo el aire libre?
En la ciudad muerta y anónima,
entre los muertos sin nombre, yo camino
como un muerto más.
Las gentes me miran o no me miran,
tropiezan conmigo y se disculpan
o me maldicen y no saben
que guardo un caballo en mi casa.
En la noche, acaricio sus crines
y le doy un trozo de azúcar,
como en las películas.
Él me mira blandamente, unas lágrimas
parecen a punto de caer de sus ojos redondos.
Es el humo de la cocina o tal vez
le desespera vivir en un patio
de veinte metros cuadrados
o dormir en una alcoba
con piso de madera.
A veces pienso
que deberia dejarlo irse libremente
en busca de su propia muerte.
¿Y los prados lejanos
sin los cuales yo no podría vivir?
Guardo un caballo en mi casa
desesperadamente encadenado
a mi sueño de libertad.

martes, 22 de abril de 2008

Problemilla 5

Europa, modernidad y eurocentrismo
ENRIQUE DUSSEL




[...] Esta secuencia es hoy la tradicional. Nadie piensa que es una "invención” ideológica (que “rapta” a la cultura griega como exclusivamente “europea” y “occidental”), y que pretende que desde la época griega y romana dichas culturas fueron “centro” de la historia mundial. Esta visión es doblemente falsa: en primer lugar, porque, como veremos, no hay fácticamente todavía historia mundial sino historias de ecumenes juxtapuestas y aisladas: la romana, persa, de los reinos hindúes, del Siam, de la China, del mundo mesoamericano o inca en América, etc.).

En segundo lugar, porque el lugar geopolítico le impide poder ser “centro” (el Mar Rojo o Antioquía, lugar de término del comercio del Oriente, no son el “centro” sino el límite occidental del mercado euro-afro-asiático). [...]

II. Dos conceptos de “Modernidad
Llegados a este punto de la descripción entramos en el meollo de la discusión. Deberemos oponernos a la opinión hegemónica en cuanto a la interpretación de la Europa moderna (a la “Modernidad”), y no como un tema extraño a la cultura latinoamericana, sino, contra la opinión corriente, como problema fundamental en la definición de la “Identidad latinoamericana” -para hablar como Charles Taylor-. En efecto, hay dos conceptos de “Modernidad”.

El primero es eurocéntrico, provinciano, regional. La Modernidad es una emancipación, una “salida” de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. El tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel, y lo comenta Habermas en su conocida obra sobre el tema -y es unánimemente aceptado por toda la tradición europea actual-:

"Los acontecimientos históricos claves para la implantación del principio de la subjetividad [moderna] son la Reforma, la Ilustración y la Revolución francesa."

[...] Como puede observarse se sigue una secuencia espacio-temporal: casi siempre se acepta también el Renacimiento italiano, la Reforma y la Ilustración alemana y la Revolución francesa. En un diálogo con Ricoeur10, éste nos proponía además el Parlamento inglés. Es decir: Italia (siglo XV), Alemania (siglos XVIXVIII), Francia (siglo XVIII), Inglaterra (siglo XVII). Denominamos a esta visión “eurocéntrica” porque indica como punto de partida de la “Modernidad” fenómenos intra-europeos, y el desarrollo posterior no necesita más que Europa para explicar el proceso. Esta es aproximadamente la visión provinciana y regional desde Max Weber -con su análisis sobre la “racionalización” y el “desencanto”- hasta Habermas). Para muchos un Galileo (condenado en 1616), Bacon (Novum Organum, 1620) o Descartes (El discurso del método, 1636) serían los iniciadores del proceso moderno en el siglo XVII. Proponemos una segunda visión de la “Modernidad”, en un sentido mundial, y consistiría en definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) “centro” de la Historia Mundial. Es decir, nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del “Sistema-mundo”). Anteriormente a esta fecha los imperios o sistemas culturales coexistían entre sí. Sólo con la expansión portuguesa desde el siglo XV, que llega al Extremo Oriente en el siglo XVI, y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta se torna el “lugar” de “una sola” Historia Mundial (Magallanes-Elcano da la vuelta de circunvalación a la tierra en 1521). [...]

III. Racionalidad e irracionalidad o el mito de la Modernidad
Si se entiende que la “modernidad” de Europa será el despliegue de las posibilidades que se abren desde su “centralidad” en la Historia Mundial, y la constitución de todas las otras culturas como su “periferia”, podrá comprenderse el que, aunque toda cultura es etnocéntrica, el etnocentrismo europeo moderno es el único que puede pretender identificarse con la “universalidad-mundialidad”. El “eurocentrismo” de la Modernidad es exactamente el haber confundido la universalidad abstracta con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como “centro”.

[...] Si la Modernidad tiene un núcleo racional ad intra fuerte, como “salida” de la Humanidad de un estado de inmadurez regional, provinciana, no planetaria; dicha Modernidad, por otra parte ad extra, realiza un proceso irracional que se oculta a sus propios ojos. Es decir, por su contenido secundario y negativo mítico, la “Modernidad” es justificación de una praxis irracional de violencia. El mito podría describirse así:

1) La civilización moderna se autocomprende como más desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica).

2) La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral.

3) El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa (es, de hecho, un desarrollo unilineal y a la europea, lo que determina, nuevamente sin conciencia alguna, la “falacia desarrollista”).

4) Como el bárbaro se opone al proceso civilizador, la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia si fuera necesario, para destruir los obstáculos de la tal modernización (la guerra justa colonial).

5) Esta dominación produce víctimas (de muy variadas maneras), violencia que es interpretada como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-ritual de sacrificio; el héroe civilizador inviste a sus mismas víctimas del carácter de ser holocaustos de un sacrificio salvador (el indio colonizado, el esclavo africano, la mujer, la destrucción ecológica de la tierra, etcétera).

6) Para el moderno, el bárbaro tiene una “culpa" (el oponerse al proceso civilizador) que permite a la “Modernidad” presentarse no sólo como inocente sino como “emancipadora” de esa “culpa” de sus propias víctimas.

7) Por último, y por el carácter “civilizatorio” de la “Modernidad”, se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la “modernización” de los otros pueblos “atrasados” (inmaduros), de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil, etcétera.

----------------
Texto extraído de aquí, pp. 44-49.

jueves, 17 de abril de 2008

Tras esa puerta - Mar de Copas



Hace ya tanto tiempo que camino este camino sin pensar-
hace tanto y es tan poco el que no estás-
confundo timidez con ganas de no molestar ni por favor-
y esquino en cada vuelta un espejismo de tu amor.

Hace tanto, tanto tiempo que no hay nadie en estos rumbos-
no sé si abandoné la compañía en este mundo-
no sé si he avanzado o sólo en círculos he andado-
no sé si ese cuerpo que cayó fui yo al morir.

Quién es quien va a cambiar la historia-
de esta quietud violenta que me nombra-
y no da más.

Que es lo que hay tras son viejas glorias-
que sólo es tiempo y refugio en la sombra-
y no da más.

Mis mejores recuerdos daría por llegar en ti-
y en ti dormir.

Tras esos ojos de alcohol-
tras esos muros de piel-
tras esa puerta de miedo he visto calmar a un loco corazón.

Al confundirse la emoción y los deseos-
se han borrado en algo triste-
y no muy nuevo por jugar-
mientras su falta hizo sangrar mi corazón, ya mi alma-
se ha derretido en su calor.

Quién es quien va a cambiar la historia-
de esta quietud violenta que me nombra-
y no da más.

Que es lo que hay tras son viejas glorias-
que sólo es tiempo y refugio en la sombra-
y no da más.

Mis mejores recuerdos daría por llegar en ti-
y en ti dormir.

Tras esos ojos de alcohol-
tras esos muros de piel-
tras esa puerta de miedo he visto calmar a un loco corazón.


---------------------
Texto extraído de aquí.

lunes, 7 de abril de 2008

Heraklit - Czesław Miłosz

Heráclito

Se compadecía de ellos, él mismo digno de compasión.
Porque eso está tras las expresiones de cualquier idioma.
Incluso la sintaxis, oscura, de la que lo acusaban,
Las palabras puestas así que con triple sentido,
No contienen nada. Esos dedos en la sandalia,
El pecho de la muchacha tan menudo bajo la mano de Artemis,
El sudor, el aceite de olivo en el rostro del hombre de los bajeles,
Participan en el Todo, existiendo separadamente.
Suyos en el sueño y a sí mismos ya nada más entregadas ,
Con amor al olor del perecible cuerpo,
al calor central bajo el vello púbico,
Con las rodillas bajo la quijada, sabemos que está el Todo
Y anhelamos inútilmente. Propios, entonces animales.
La existencia particular nos quita la luz
(Esta oración puede leerse desde ambos extremos)
"Nadie como él fue orgulloso y despreciativo".
Pues se torturaba a sí mismo, no pudiendo perdonar,
Que el momento de conciencia jamás nos cambia.
La compasión alcanzó la ira. Hasta que huyó de Efeso.
No quería ver un rostro humano. Vivía en las montañas.
Se alimentaba de pasto y el follaje, según dice Laertius.
Bajo la orilla escarpada del Asia el mar ponía las olas
(Desde arriba no se ven las olas, se ve tan solo el mar),
Y allí acaso el eco llevará las campanillas de las flores,
Acaso nadan los ropajes dorados de Orlando Furioso,
Acaso la boca del pez quita la pintura acuática de los labios
de la radiotelegrafista de las barcas de los marinos fondos?

----
dentro del poemario Gdzie słońce wschodzi i kędy zapada
(no se encuentra en la red, dispongo de un ejemplar en polaco, por si hay interesados :P )

Un poema de Francisco Bendezú

Melancolía
FRANCISCO BENDEZÚ

Los días pasan
como tranvías.
El amor muere.
Melancolía.

Sal, cabelleras.
Sangre que mana
de mis heridas:
sangre perdida...

Las tardes rielan
en mi memoria
tal amarillas
fotografías.

¡Noches de palmas
y colgaduras!
¡Ay!, con las nubes
se va mi vida...

Los días pasan
como tranvías.
El amor muere.
Melancolía.

sábado, 5 de abril de 2008

[Na początku były dzbany]

[Al inicio fueron los cántaros]
EDWARD STACHURA

Al inicio fueron los cántaros
sobre los montes
y sobre jorobas de camellos maduros
mas la lluvia consumió su verdor
y se entreabrió la esbeltez de las colinas

Solane
con qué fin cada noche te cortas los cabellos
y con qué fin construyes templos con tus manos
y pides al cielo
suave oro ruso
para mis ojos

Al inicio fueron los cántaros
al vino calma y vino

--------------
Texto extraído de aquí

sábado, 22 de marzo de 2008

se nos ha ido


Canción de las voces serenas
JAIME TORRES BODET

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...

----------
Texto extraído de aquí.

viernes, 21 de marzo de 2008

El hombre absurdo

El hombre absurdo
ALBERT CAMUS

«Si Stavroguin cree, no cree que crea. Si no cree, no cree que no crea.» 
-F. Dostoievski, Los poseídos-

«Mi campo -dice Goethe- es el tiempo.» He aquí la palabra absurda. ¿Qué es, en efecto, el hombre absurdo? El que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno. No es que le sea extraña la nostalgia, sino que prefiere a ella su valor y su razonamiento. El primero le enseña a vivir sin apelación y a contentarse con lo que tiene; el segundo, le enseña sus límites. Seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin porvenir y de su conciencia perecedera, prosigue su aventura en el tiempo de su vida. En él está su campo, en él está su acción, que sustrae a todo juicio excepto el suyo. Una vida más grande no puede significar para él otra vida. Eso sería deshonesto. Tampoco me refiero aquí a esa eternidad irrisoria que se llama posteridad. Madame Roland se remitía a ella. Esta imprudencia ha recibido su lección. La posteridad cita de buena gana esa frase, pero se olvida de juzgarla. Madame Roland es indiferente para la posteridad.

No se puede disertar sobre la moral. He visto a personas obrar mal con mucha moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas. El hombre absurdo no puede admitir sino una moral, la que no se separa de Dios, la que se dicta. Pero vive justamente fuera de ese Dios. En cuanto a las otras (e incluyo también al inmoralismo), el hombre absurdo no ve en ellas sino justificaciones, y no tiene nada que justificar. Parto aquí del principio de su inocencia. 

Esta inocencia es temible. «Todo está permitido», exclama Iván Karamázov. También esto parece absurdo, pero con la condición de no entenderlo en el sentido vulgar. No sé si se ha advertido bien: no se trata de un grito de liberación y de alegría, sino de una comprobación amarga. La certidumbre de un Dios que diera su sentido a la vida supera mucho en atractivo al poder impune de hacer el mal. La elección no sería difícil. Pero no hay elección y entonces comienza la amargura. Lo absurdo no libera, ata. No autoriza todos los actos. Todo está permitido, no significa que nada esté prohibido. Lo absurdo da solamente su equivalencia a las consecuencias de esos actos. No recomienda el crimen, eso sería pueril, pero restituye al remordimiento su inutilidad. Del mismo modo, si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Se puede ser virtuoso por capricho. 

Todas las morales se fundan en la idea de que un acto tiene consecuencias que lo justifican o lo borran. Un espíritu empapado de absurdo juzga solamente que esas consecuencias deben ser consideradas con serenidad. Está dispuesto a pagar. Dicho de otro modo, si bien para él puede haber responsables, no hay culpables. Todo lo más consentirá en utilizar la experiencia pasada para fundamentar sus actos futuros. El tiempo hará vivir al tiempo y la vida servirá a la vida. En este campo a la vez limitado y atestado de posibilidades, todo le parece imprevisible en sí mismo y fuera de su lucidez. ¿Qué regla podría deducirse, por lo tanto, de este orden irrazonable? La única verdad que puede parecerle instructiva no es formal: se anima y se desarrolla en los hombres. No son, por consiguiente, reglas éticas las que el espíritu absurdo puede buscar al final de su razonamiento, sino ilustraciones y el soplo de las vidas humanas. Las imágenes que damos a continuación son de esa clase. Siguen el razonamiento absurdo dándole su actitud y su calor. 

¿Necesito desarrollar la idea de que un ejemplo no es forzosamente un ejemplo que hay que seguir (menos todavía, si es posible en el mundo absurdo), y que estas ilustraciones no son, por lo tanto, modelos? Además de que es necesaria la vocación, resulta ridículo, salvadas las distancias, deducir de Rousseau que hay que caminar a cuatro patas y de Nietzsche que conviene maltratar a la propia madre. «Hay que ser absurdo -escribe un autor moderno-; no hay que ser iluso.» Las actitudes de que se va a tratar no pueden adquirir todo su sentido si no se tienen en cuenta sus contrarias. Un supernumerario de correos es igual a un conquistador si la conciencia les es común. Todas las experiencias son indiferentes a este respecto. Pueden servir o perjudicar al hombre. Le sirven si es consciente. Si no lo es, ello no tiene importancia: las derrotas de un hombre no juzgan a las circunstancias, sino a él mismo. 

Elijo únicamente a hombres que sólo aspiran a agotarse, o que tengo conciencia por ellos de que se agotan. La cosa no pasa de ahí. Por el momento no quiero hablar sino de un mundo en el que los pensamientos, lo mismo que las vidas, carecen de porvenir. Todo lo que hace trabajar y agitarse al hombre utiliza la esperanza. El único pensamiento que no es mentiroso es, por lo tanto, un pensamiento estéril. En el mundo absurdo, el valor de una noción o de una vida se mide por su infecundidad.

-----
Texto extraído de aquí.

lunes, 17 de marzo de 2008

Una canción de Serrat



Poco antes de que den las diez
JOAN MANUEL SERRAT

Te levantarás despacio
poco antes de que den las diez
y te alisarás el pelo
que con mis dedos deshilé,
y te abrocharás la falda,
y acariciarás mi espalda
como un "Hasta mañana",
y te irás sin un reproche,
te perderé con la noche
que llama a mi ventana,
y bajarás los peldaños
de dos en dos, de tres en tres.

Ellos te quieren en casa
poco antes de que den las diez.

Vete.
Se hace tarde.
Vete ya...
Vete ya.

Y en el umbral de mi puerta
poco antes de que den las diez,
borrarás la última huella
que en tu cara olvidé.
Y volverás la cabeza
y me dirás con tristeza
"Adiós" desde la esquina
y luego te irás corriendo,
la noche te irá envolviendo
en su oscura neblina.

Tu madre abrirá la puerta,
sonreirá y os besaréis.
La niña duerme en casa...
y en un reloj darán las diez. 


 -------------
Texto extraído de aquí.

martes, 11 de marzo de 2008

Lenguajes I

Soneto CXLVII
A una rosa
En que da moral censura a una rosa,
y en ella a sus semejantes
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura;
amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo sér unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura:

¡cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida

de tu caduco sér das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!


--------
Texto extraído de aquí

miércoles, 5 de marzo de 2008

Expectación

"Aunque no soy más que una bestia, ¿no tengo derecho a vivir?"

Oh Dae-Su en "Oldboy" (2003) de Chan-wook Park


----
Cita extraída de aquí.

viernes, 22 de febrero de 2008

Problemilla IV

Venus Anadiomena
ARTHUR RIMBAUD

Como de un ataúd de hojalata verde,
emerge una cabeza de cabellos pringosos
y oscuros de mujer de una bañera vieja,

brutal y lentamente, con déficit bastante
malremendados; luego, el cuello graso
y gris, las paletillas que resaltan,
la corta espalda que entra y luego sale;
la redondez del lomo parece tomar vuelo;
y aparece la grasa bajo la piel a lonchas;
el espinazo está rojizo, y todo de un olor
extrañamente horrible, saltan a la vista
singularidades que hay que ver con lupa...
Aparecen grabadas dos palabras
en los riñones: Clara Venus;
Y se remueve el cuerpo mientras se alza la grupa
horriblemente bella ulcerada en el ano.

---------
Texto extraído de aquí.

lunes, 4 de febrero de 2008

73

Rayuela
JULIO CORTÁZAR

Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinamos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.

Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está… Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros, Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella… ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete. Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.

------
Texto extraído de aquí.

lunes, 14 de enero de 2008

Problemilla III

Versos recuperados, canción urgente
ROCÍO SILVA-SANTISTEBAN

Porque mi patria es hermosa como una espada en el aire (y más hermosa aún todavía)

Porque arriba todo tiene dueño, todo está cerrado con llave, sellado firmemente
Porque tal vez mañana los poetas pregunten
Porque mi país es escándalo, mi país es desesperación
Porque mi cuerpo es de tierra y tu cuerpo es de tierra y de qué sirve la tierra sin tu cuerpo
Suficientes razones, suficientes razones para colocar primero un pie y luego el otro
Porque la paz y lo imaginario es asunto nuestro
Porque en mi país no hay donde ir pero tienes que ir saliendo y eso te urge más que una palabra perfecta.

(plagiando a Heraud, Belli, Scorza, Salazar Bondy, Eielson, Varela, Guevara, Verástegui)

----
encontrado en un Somos del año 2003

jueves, 10 de enero de 2008

Problemilla II


Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es
FRIEDRICH NIETZSCHE

"No hay ni acciones egoístas ni acciones no-egoístas: ambos conceptos son un contrasentido psicológico. O la tesis «el hombre aspira a la felicidad». O la tesis «la felicidad es la recompensa de la virtud». O la tesis «placer y displacer son términos contrapuestos». La Circe de la humanidad, la moral, ha falseado – moralizado– de pies a cabeza todos los asuntos psicológicos hasta llegar a aquel horrible contrasentido de que el amor debe ser algo «no-egoísta». Es necesario estar firmemente asentado en sí mismo , es necesario apoyarse valerosamente sobre las propias piernas, pues de otro modo no es posible amar. Esto lo saben demasiado bien, en definitiva, las mujercitas: no saben qué diablos hacer con hombres desinteresados, con hombres meramente objetivos. ¿Me es lícito atreverme a expresar de paso la sospecha de que yo conozco a las mujercitas? Esto forma parte de mi dote dionisiaca. ¿Quién sabe? Tal vez sea yo el primer psicólogo de lo eterno femenino. Todas ellas me aman –una vieja historia– descontando las mujercitas lisiadas, las «emancipadas», a quienes les falta la herramienta para tener hijos. Por fortuna, yo no tengo ningún deseo de dejarme desgarrar: la mujer perfecta desgarra cuando ama. Conozco a esas amables ménades. ¡Ay, qué peligrosos, insinuantes, subterráneos animalillos de presa!, ¡y tan agradables además! Una mujercita que persigue su venganza sería capaz de atropellar al destino mismo. La mujer es indeciblemente más malvada que el hombre, también más lista; la bondad en la mujer es ya una forma de degeneración. Hay en el fondo de todas las denominadas «almas bellas» un defecto fisiológico, no lo digo todo, pues de otro modo me volvería medi-cínico. La lucha por la igualdad de derechos es incluso un síntoma de enfermedad: todo médico lo sabe. Cuanto más mujer es la mujer, tanto más se defiende con manos y pies contra los derechos en general: el estado natural, la guerra eterna entre los sexos, le otorga con mucho el primer puesto. ¿Se ha tenido oídos para escuchar mi definición del amor? Es la única digna de un filósofo. Amor, en sus medios la guerra, en su fondo el odio mortal de los sexos. ¿Se ha oído mi respuesta a la pregunta sobre cómo se cura a una mujer, sobre cómo se la «redime»? Se le hace un hijo. La mujer necesita hijos, el varón no es nunca nada más que un medio, así habló Zaratustra. «Emancipación de la mujer», esto representa el odio instintivo de la mujer mal constituida, es decir, incapaz de pro crear, contra la mujer bien constituida; la lucha contra el «varón» no es nunca más que un medio, un pretexto, una táctica. Al elevarse a sí misma como «mujer en sí», como «mujer superior», como «mujer idealista», quiere rebajar el nivel general de la mujer; ningún medio más seguro para esto que estudiar bachillerato, llevar pantalones y tener los derechos políticos del animal electoral. En el fondo las mujeres emancipadas son las anarquistas en el mundo de lo «eterno femenino», las fracasadas, cuyo instinto más radical es la venganza. Todo un género del más maligno «idealismo» –que, por lo demás, también se da entre varones, por ejemplo en Henrik Ibsen, esa típica soltera vieja– tiene como meta envenenar la buena conciencia, lo que en el amor sexual es naturaleza.

Y para no dejar ninguna duda sobre mi mentalidad, tan honnéte [honesta] como rigurosa a este propósito, voy a exponer otra proposición de mi código moral contra el vicio; bajo el nombre de vicio yo combato toda clase de contranaturaleza o, si se aman las bellas palabras, de idealismo. El principio dice así: «La predicación de la castidad es una incitación pública a la contranaturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, toda impurificación de esa vida con el concepto de "impuro", es el auténtico pecado contra el espíritu santo de la vida»."

(En: Por qué escribo tan buenos libros, 5)


-------------------------------------
Texto extraído de aquí

Problemilla I


Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es
FRIEDRICH NIETZSCHE

"Otra listeza y autodefensa consiste en reaccionar las menos veces posibles y en eludir las situaciones y condiciones en que se estaría condenado a exhibir, por así decirlo, la propia «libertad», la propia iniciativa, y a convertirse en un mero reactivo. Tomo como imagen el trato con los libros. El docto, que en el fondo no hace ya otra cosa que «revolver» libros –el filólogo corriente, unos doscientos al día–, acaba por perder íntegra y totalmente la capacidad de pensar por cuenta propia. Si no revuelve libros, no piensa. Responde a un estímulo (un pensamiento leído) cuando piensa, al final lo único que hace ya es reaccionar. El docto dedica toda su fuerza a decir sí y a decir no, a la crítica de cosas ya pensada; él mismo ya no piensa. El instinto de autodefensa se ha reblandecido en él; en caso contrario, se defendería contra los libros. El docto, un décadent. Esto lo he visto yo con mis propios ojos: naturalezas bien dotadas, con una constitución rica y libre, ya a los treinta años «leídas hasta la ruina», reducidas ya a puras cerillas, a las que es necesario frotar para que den chispas –«pensamiento»– Muy temprano, al amanecer el día, en la frescura, en la aurora de su fuerza, leer un libro; ¡a esto yo lo califico de vicioso!"

(En: Por qué soy tan inteligente, 8)

"En última instancia nadie puede escuchar en las cosas, incluidos los libros, más de lo que ya sabe. Se carece de oídos para escuchar aquello a lo cual no se tiene acceso desde la vivencia. Imaginémonos el caso extremo de que un libro no hable más que de vivencias que, en su totalidad, se encuentran situadas más allá de la posibilidad de una experiencia frecuente o, también, poco frecuente, de que sea el primer lenguaje para expresar una serie nueva de experiencias. En este caso, sencillamente, no se oye nada, lo cual produce la ilusión acústica de creer que donde no se oye nada no hay tampoco nada. Ésta es, en definitiva, mi experiencia ordinaria y, si se quiere, la originalidad de mi experiencia. Quien ha creído haber comprendido algo de mí, ése ha rehecho algo mío a su imagen, no raras veces le ha salido lo opuesto a mí, por ejemplo un «idealista»; quien no había entendido nada de mí negaba que yo hubiera de ser tenido siquiera en cuenta."

(En: Por qué esribo tan buenos libros, 5)

------------------------------
Texto extraído de aquí.

miércoles, 9 de enero de 2008

Deszcze






















Lluvias
KRZYSZTOF KAMIL BACZYŃSKI

Lluvia como tallos canosos, murmullo gris,
y en las ventanas tristeza y agonía.
Esa lluvia amo, ese susurro de cuerdas,
lluvia - misericordia de la vida.

Los trenes lejanos siguen viajando más lejos,
sin tí. ¿Y qué? Sin tí ¿Y qué?
hacia jardines de agua, lagos de pena,
hacia hojas, hacia avenidas de rosas vítreas.

¿Esperas aún? ¿Aún esperas?
La lluvia es como piedad - lo borrará todo:
a la sangre de los campos de batalla, y al humano,
y al aire que se petrificó de espanto.

Y tú en las ventanas sigues soñando,
lápida triste. El escrito del tiempo
fluye por el oscuro, sordo rostro,
acaso con lluvia, acaso con lágrimas.

Y es que el amor, pero no así,
y es que el golpe, no suficientemente duro,
tan solo oscuro como el chillido de un pájaro,
y es que el llanto, pero tan corpóreo.

Y es que que las culpas, sin retroceso,
y una a otra llama continuamente,
y es que, es como si en el portal del templo
tuvieras una visión cuán sueño solitario.

Y parado así en el murmullo vítreo,
siento como la tierra se corre al susurro.
Se irán todos los amados,
uno tras otro - cargando cruces,
y a otros más alejará la lluvia,
y otros más en la oscuridad desaparecerán,
de pie tras el vidrio que es como acero,
y sin ser sentidos habrán transcurrido.

Y pasarán las lluvias, cortarán las lluvias,
cuan guadañas calladas y dolorosas,
y la sombra tapará, la sombra lavará.
Y así amando, luchando, suplicando,
llegaré a los manantiales - pozos oscuros,
en el amenazante silencio alzando las manos,
como un perro bajo el látigo vacío de la voz.

Sin ser amado, sin haber muerto,
sin ser llenado, sin sentido,
sentiré la lluvia o un llanto cariñoso,
que para Dios es todo en vano.
Me quedaré solo. Yo solo y la oscuridad.
Y sólo gotas, lluvias, lluvias,
cada vez más silenciosas, indoloras.

21. II. 1943
---------------------
Traducción de Alhelí Málaga del 25 XI 2000
Texto extraído de aquí.

Máquina del tiempo - Mar de Copas



Máquina del tiempo
MAR DE COPAS

Vi pasar la soledad por mi calle-
Vi cruzar su multitud sin mirarme-
claramente pude ver que no había tristeza ahí-
tampoco escuché reír, solo vivía y se dejaba vivir.

Vi también la suavidad de un romance-
dulcemente en su especie prolongarse-
quise mis ojos cerrar y mis sueños echar a andar-
solo dar un paso atrás y seguir con mi viaje.

En mi máquina del tiempo sin hallar- claridad.

Vi pasar mi vida así, en un instante-
a quién ame pude odiar, sin importarme-
simplemente comprendí, es mejor callado vivir-
y seguí mi viaje así, sin pensar en hallar tu gran
claridad.

En mi máquina del tiempo sin parar.
Claridad.

---------

Texto extraído de aquí.