viernes, 26 de septiembre de 2014

Falsos aforismos I

Sospecho que allí donde el individuo transita de la infancia a la vejez sobre un fondo casi inamovible, allí donde sus costumbres no son trastocadas por las historias cambiantes del orden social, allí con demasiada facilidad se cae en la melancolía de la cosas dadas,  no transparentes. El veinteañero  pronuncia entonces, con una mueca de hastío en el rostro, el falso aforismo de “todo esto ya existió”.
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Czeslaw Milosz, Rodzinna Europa, Wydawnictwo Literackie, Krakow 2001, p. 334

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cambios

No se puede vivir negando la propia conciencia, violentándose para detenerse en un nivel ya insoportable. Aquella época requería, a lo menos, de un nuevo sentido del tacto.

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Czeslaw Milosz, Rodzinna Europa, Wydawnictwo Literackie, Krakow 2001, p. 278



domingo, 21 de septiembre de 2014

Lenguajes XVII

El jardinero
JANUSZ STYCZEŃ

en el horizonte, tras del jardín, se ve al sol ocultándose,
en los confines del jardín un hombre pasea
entre las islas de flores,
como si fuese el nuevo jardinero,
la mujer corre hacia el jardinero, quiere alcanzar
a reconocerlo antes de que caiga la noche,
el jardinero voltea, su torso desnudo emerge
del largo vestido,
la mujer lo reconoce, cae de rodillas,
no me toques, grita, más que dice, el hombre,
la mujer retrocede las manos extendidas,
se arrodilla sobre la hierba, como si se arrodillase no ante el hombre
sino ante alguien del Otro lado,
alguien que no quiere que ella sepa si tiene cuerpo
o si es un espectro,
la mujer se da cuenta que es mejor no intentar con el tacto,
mejor mirar al amado, dar por suficiente
el poder verlo,
alegrándose de que haya venido de Ese lado,

aunque sea por esta noche, a este jardín predilecto,
las ropas del hombre son como de un cuadro en un museo
o en una iglesia,
su vestido está amarrado en la cintura, la mujer querría
tocar al menos ese nudo,
pero teme que entones el nudo desharía a todo el personaje
en solo sombra, una con el césped,
la mujer lleva un vestido largo, como los que las mujeres
han usado en épocas diversas, y que hoy
pueden usar también,
la mujer esconde su cuerpo en el extenso vestido,
intenta cubrir con él su cuerpo por completo,
el sol brilla en los cabellos dorados de la mujer,
como si fuese cariñoso con la mujer real,
con la mujer del lado de acá,
no me toques, repite el hombre,
se lo lleva el sol al ponerse,
solo se oye su voz, ya no se le ve
en la creciente oscuridad, el jardín está vacío,
la mujer mira la oscuridad del jardín,
como si fuese ella quien volvió de Aquel lado

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Janusz Styczeń, Furia instynktu, Biuro Literackie, Wrocław 2011, pp. 77-78 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Algo de Thoreau

[subtítulos y selección de Malheli]

Elogio del ocio creativo


Este mundo es un lugar de ajetreo. ¡Qué incesante bullicio! Casi todas las noches me despierta el resoplido de la locomotora. Interrumpe mis sueños. No hay domingos. Sería maravilloso ver a la humanidad descansando por una vez. No hay más que trabajo, trabajo, trabajo. No es fácil conseguir un simple cuaderno para escribir ideas; todos están rayados para los dólares y los céntimos [...] Yo creo que no hay nada, ni siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante trabajar. [p. 51] ... Las formas con que la mayoría se gana la vida, es decir, viven, son simples tapaderas y un evitar el auténtico quehacer de la vida, y sucede así porque, en primer lugar, no saben; pero en parte también porque no quieren hacer nada por aprender algo mejor. [p. 59]

La vida interior

Así de vacía e ineficaz es nuestra conversación cotidiana. Lo superficial lleva a lo superficial. Cuando nuestra vida deja de ser íntima y privada, la conversación degenera en simple cotilleo. Es difícil conocer a un hombre que te cuente una noticia que no haya aparecido en un periódico o que no se la haya contado su vecino y, la mayoría de las veces, la única diferencia entre nosotros y nuestro amigo es que él la ha leído el periódico o salido a tomar el té, y nosotros no. En la misma medida que nuestra vida interior fracasa, vamos con más constancia y desesperación a la oficina de correos. Puedes estar seguro de que el pobre tipo que se aleja con el mayor número de cartas, orgulloso de su abultada correspondencia, no ha sabido nada de sí mismo desde hace tiempo.

Yo creo que leer un periódico a ala semana es ya demasiado. Lo he intentado recientemente y me parecía que todo este tiempo no había vivido en mi región natal. El sol, las nubes, la nieve, los árboles no me dicen tanto. No puedes servir a dos amos. Requiere más de un día de atención conocer y poseer el valor de un día. 

Podemos, con razón, avergonzarnos de decir las cosas que hemos leído u oído. [p. 69-70]

La castidad de la mente

Me resulta tan difícil deshacerme de los pocos datos importantes; sólo una mente divina me lo podría aclarar. Así son, en general, las noticias de los periódicos y las conversaciones. Es importante conservar la castidad de la mente a este respecto. [p. 72] ... Si nos hemos profanado a nosotros mismos - ¿y quién no?- el remedio será la cautela y la devoción para volver a consagrarnos y convertir de nuevo nuestras mentes en santuarios. Deberíamos tratar nuestras mentes, es decir, a nosotros mismos, como a niños inocentes e ingenuos y ser nuestros propios guardianes, y tener cuidado de prestar atención sólo los objetos y los temas que merezcan la pena. No leáis el Times, leed las Eternidades. Los convencionalismos son a la larga tan malos como la mezquindad. [p. 74]

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Henry D. Thoreau, “Una vida sin principios”, en: Desobediencia civil y otros escritos, Alianza Editorial, Madrid, 2012