Epidemia
FILIPA LEAL
De pequeña, le decían
-¡Mira las mariposas!
y ella se sentía culpable
porque no había reparado en eso
sin que se lo dijeran.
Pero cuando miraba para el cielo
a propósito, buscando
un improbable batir de alas
(o la sombra suspensa)
ni un ave sin forma.
¡Tengo que estar atenta!
pensaba, con los ojos llenos de propósitos
muy abiertos. Y nada:
ni un temblor.
Ahora, se encerraba en su cuarto
con el miedo a una palabra
extraña. Curiosamente,
le decían lo mismo
-¡Mira las mariposas!
pero ahora como si le dijeran:
ten cuidado.
De pequeña, le decían
-¡Mira las mariposas!
y ella se sentía culpable
porque no había reparado en eso
sin que se lo dijeran.
Pero cuando miraba para el cielo
a propósito, buscando
un improbable batir de alas
(o la sombra suspensa)
ni un ave sin forma.
¡Tengo que estar atenta!
pensaba, con los ojos llenos de propósitos
muy abiertos. Y nada:
ni un temblor.
Ahora, se encerraba en su cuarto
con el miedo a una palabra
extraña. Curiosamente,
le decían lo mismo
-¡Mira las mariposas!
pero ahora como si le dijeran:
ten cuidado.
Versión de Luis González Platón
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