lunes, 29 de julio de 2019

arena en la lengua



Restaurante vegetariano
JOSÉ WATANABE

A los vegetales se entra
con hambre de animal longevo y apacible, y lentamente
se acaba
la lechuga.

A la carne se va distinto, se ingresa a ella
con ansia orgánica, casi disputándola
como si fuera carne
del día de la resurrección, y se acaba
el bife.

Recuerdas:
para que tú vivieras
tu familia depredaba la tierra para ti,
pollos patos reses cuyes cabritos carne
para convalecer y durar.

El alimento en la boca te relaciona
con el mundo. Hay días de felino
y días de paquidermo. Hoy sean bienvenidas
las benéficas ensaladas, la suave soya y las frutas
aunque tarde:
ya cincuenta años que comes carne
y estás eructando miedo.

Pero hay días que no tienes carnes ni vegetales
sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido
una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca
se acaba, el desierto
nunca se acaba.

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Texto encontrado aquí. Leído por primera vez en la Casa de la Literatura Peruana

viernes, 19 de julio de 2019

la verdad


No se siente la verdad cuando está dentro de una misma, pero ¡qué grande y cómo grita cuando se pone fuera y levanta los brazos!

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Escuchado por primera vez en una representación de Yerma de Federico García Lorca.
Texto encontrado aquí.

lunes, 15 de julio de 2019

Sobre la originalidad


El aforismo orsiano inscrito en la fachada norte del Casón del Buen Retiro de Madrid: «Todo lo que no es tradición es plagio», es, en realidad, un extracto o fragmento de un aforismo más amplio, escrito originalmente en catalán, en el que queda determinada con mayor precisión su significación:

«Fora de la Tradició, cap veritable originalitat. Tot lo que no és Tradició, és plagi» («Glosari. Aforística de Xènius», XIV, La Veu de Catalunya, 31-X-1911)


«Clasicismo. Sólo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio». (1911)


(«Primeros lemas», XVII, Gnómica, 1941)


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Imagen y texto tomados de: Plataforma sobre Eugenio d'Ors alojada en la página web de la Universidad de Navarra y gestionada por Pía d'Ors. Enlace aquí.

martes, 9 de julio de 2019

del aire I

Silencio
GIUSEPPE UNGARETTI

Conozco una ciudad
que diariamente se llena de sol
y todo está arrebatado en aquel momento

Me fui tarde
En el corazón duraba el chirrido
de las cigarras

Desde la nave
pintada de blanco
he visto
mi ciudad desaparecer
dejando
un poco
un haz de luces en el aire turbio
suspendidas.

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Traducción de Hugo Ramírez Gamarra
Texto encontrado en: SILVA-SANTISTEBAN, Ricardo (comp.). (2016). Antología general de la traducción en el Perú. Lima, Perú: Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma, p. 430

lunes, 1 de julio de 2019

llanto I


Llanto por la Muerte de un Perro
ABIGAL BOHÓRQUEZ

Hoy me llegó la carta de mi madre
y me dice, entre otras cosas: —besos y palabras—
que alguien mató a mi perro.
“Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
el perro abandonó la casa de su cuerpo,
—me cuenta—,
y se fue tras de su alma
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado.
No supimos la causa de su sangre,
llegó chorreando angustia,
tambaleándose,
arrastrándose casi con su aullido,
como si desde su paisaje desgarrado
hubiera
querido despedirse de nosotros;
tristemente tendido quedó
—blanco y quebrado—,
a los pies de la que antes fue tu cama de fierro.
Lo hemos llorado mucho…”

Y, ¿por qué no?
yo también lo he llorado;
la muerte de mi perro sin palabras
me duele más que la del perro que habla,
y engaña, y ríe, y asesina.
Mi perro siendo perro no mordía.
Mi perro no envidiaba ni mordía.
No engañaba ni mordía.
Como los que no siendo perros descuartizan,
destazan,
muerden
en las magistraturas,
en las fábricas,
en los ingenios,
en las fundiciones,
al obrero,
al empleado,
el mecanógrafo,
a la costurera,
hombre, mujer,
adolescente o vieja.

Mi perro era corriente,
humilde ciudadano del ladrido-carrera,
mi perro no tenía argolla en el pescuezo,
ni listón ni sonaja,
pero era bullanguero, enamorado y fiero.
A los siete años tuve escarlatina,
y por aquello del llanto y el capricho
de estar pidiendo dinero a cada rato,
me trajeron al perro de muy lejos
en una caja de zapatos. Era
minúsculo y sencillo como el trigo;
luego fue creciendo admirado y displicente
al par que mis tobillos y mi sexo;
supo de mi primera lágrima:
la novia que partía,
la novia de las trenzas de racimo y de la voz de lirio;
supo de mi primer poema balbuceante
cuando murió la abuela;
al perro fue en su tiempo de ladridos
mi amigo más amigo.

“Ladrándole a la muerte,
como antes a la luna y al silencio,
el perro abandonó la casa de su cuerpo
—dice mi madre—
y se fue tras de su alma —los perros tienen alma:
una mojadita como un trino—
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado…”
Ay, en esta triste tristeza en que me hundo,
la muerte de mi perro sin palabras
me duele más que la del perro
que habla,
y extorsiona,
y discrimina,
y burla;
mi perro era corriente,
pero dejaba un corazón por huella;
no tenía argolla ni sonaja,
pero sus ojos eran dos panderos;
no tenía listón en el pescuezo,
pero tenía un girasol por cola
y era la paz de sus orejas largas
dos lenguas
de diamantes.


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Texto encontrado aquí.