La palabra se ofrece
como fruto recién cortado.
Hoy sabrás deslizarte por sus signos.
El fruto que se esconde tras las hierbas nocturnas
nos libera del peso del milenio
y no de la belleza de un instante.
¿Es ésta la respuesta que daremos
cuando estemos delante del Vigía?
Y la pregunta:
¿recuerdas ese fruto mordido sin paciencia?
Morder cada palabra –me dijiste –
es no morder en vano.
Lamer su pulpa acaso
como la realidad y sus paredes.
Lamer cualquier instante
como el fruto elegido de las ramas más altas.
Lamer
hasta llegar a tu fruto de sangre:
tu corazón está escondido
en el envés de las palabras.
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