El bebé examina sus manos; las coloca delante de los ojos, las mueve a la derecha, a la izquierda, las aleja, las acerca, cierra sus puños, los abre, separa sus dedos; les habla y parece esperar una respuesta; coge su mano izquierda con la derecha, hace fuerza para separarlas; ahora coge un sonajero y se sorprende ante la imágenes extrañamente distinta de su mano; cambia el sonajero de mano, lo explora luego con la boca; se lo saca inmediatamente para examinarlo de nuevo, lenta, cuidadosamente. Cansado, lo arroja, pero su atención es pronto atraída por un botón del cobertor: tira de él y trata de comprender el porqué de su resistencia. No son sólo juegos; estas actividades demandan un gran esfuerzo de voluntad de su parte, una gran atención sostenida. Se comporta igual que un investigador en su laboratorio, preocupado por algún problema cuyo misterio no alcanza a resolver.
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En: KORCZAK, Janusz. (1986). Cómo amar a un niño. México: Editorial Trillas. Traduccion de J. Oliva de Coll. Cita: p. 53
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