La Cenicienta
HERMANOS GRIMM
Traducción: José Sánchez Biedma (1879)
Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe
en acompañarla, mas se escapó con tal ligereza que no pudo
seguirla, pero el hijo del rey había mandado untar toda la escalera
de pez y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven;
levantole el príncipe y vio que era muy pequeño, bonito y todo de
oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:
-He decidido sea mi esposa a la que venga bien este zapato de oro.
-Alegráronse mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy
bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probársele,
su madre estaba a su lado, pero no se le podía meter, porque sus
dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño; al verlo la
dijo su madre alargándola un cuchillo: -Córtate los dedos, pues
cuando seas reina no irás nunca a pie: -La joven se cortó los
dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a
reunirse con el hijo del rey, que la subió a su caballo como si
fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el
lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol
había dos palomas, que comenzaron a decir.
No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
detente a ver un instante,
que
el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.
Se detuvo, la miró los pies y vio correr la sangre; volvió su
caballo, condujo a su casa a la novia fingida y dijo no era la que
había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró ésta
en su cuarto y se le metió bien por delante, pero el talón era
demasiado grueso; entonces su madre la alargó un cuchillo y la dijo:
-Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina, no irás
nunca a pie. -La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie
en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al hijo del rey, que
la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella;
cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a
decir:
No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
detente a ver un instante,
que
el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.
Se detuvo, la miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su
caballo y condujo a su casa a la novia fingida: -Tampoco es esta la
que busco, dijo: -¿Tenéis otra hija? -No, contestó el marido; de
mi primera mujer tuve una pobre chica, a que llamamos la Cenicienta,
porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que
buscáis. -El hijo del rey insistió en verla, pero la madre le
replicó: -No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla.-
Se empeñó sin embargo en que saliera y hubo que llamar a la
Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos, y salió después a
presencia del príncipe que la alargó el zapato de oro; se sentó en
su banco, sacó de su pie el pesado zueco y se puso el zapato que la
venía perfectamente, y cuando se levantó y la vio el príncipe la
cara, reconoció a la hermosa doncella que había bailado con él, y
dijo: -Esta es mi verdadera novia.
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