ni sol ni sombra/ ni agua ni tierra/ ni triste casa/ ni rica hacienda/ ni un espejito para mirarme/ amaré al aire (w. delgado)
domingo, 5 de mayo de 2019
aguas verdes
Musée des Beaux-Arts
W. H. AUDEN
Acerca del dolor jamás se equivocaron
los Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
su función en el mundo. Cómo llega
mientras alguno cena o abre la ventana
o nada más camina sin objeto.
Cómo, mientras los viejos aguardan reverentes
el milagroso Nacimiento, habrá siempre
niños sin mayor interés en lo que ocurre,
patinando en el estanque helado a la orilla del bosque.
No olvidaron jamás
que el eterno martirio ha de seguir su curso,
irremediablemente, en sórdidos rincones
donde viven los perros su perra vida
y el caballo del verdugo se rasca
las inocentes grupas contra un árbol.
Por ejemplo en el Ícaro de Brueghel:
con qué serenidad
todo parece lejos del desastre.
El labrador oyó seguramente
el rumor de las aguas y el grito inconsolable;
pero el fracaso no lo conmovió:
brillaba el sol como brilló en el cuerpo blanco
al hundirse en las aguas verdes.
Y la elegante y delicada nave
debió haber visto lo asombroso:
la caída de un hombre que volaba.
Mas el barco tenía un destino
y siguió navegando en calma.
Aproximación de José Emilio Pacheco, Tarde o Temprano, México, FCE, 1986, p. 260
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