miércoles, 29 de mayo de 2013

lugares I

[una conversación en una novela]

-En estos días siento como si al venir a este país uno hiciera un pacto con el diablo. Entregas tu pasaporte al entrar, te lo sellan, quieres ganar un poquito de dinero, hacer un buen comienzo … ¡pero quieres volver! ¿Quién querría quedarse? En este lugar frío, húmedo, miserable, con comida horrenda, con periódicos que ponen los pelos de punta- ¿quién querría quedarse? En un lugar donde nunca eres bienvenido, tan solo tolerado. Apenas tolerado. Como si fueras un animal que por fin aprendió a hacer sus cosas fuera de casa. ¿Quién querría quedarse? Pero has hecho un pacto con el diablo… Te arrastra y arrastra y de pronto ya no puedes regresar, tus hijos están irreconocibles, no perteneces a ninguna parte.

-No, eso no es cierto.

-Y entonces empiezas a deshacerte de la idea misma de pertenecer a alguna parte. De pronto esta cosa, este pertenecer, empieza a parecer una mentira extensa y viscosa…Y empiezo a pensar que los lugares de nacimiento son accidentales, que todo es un accidente. Pero si lo crees así, ¿a dónde vas? ¿Qué haces? ¿Cómo puede entonces importar algo?

Mientras Samad describía horrorizado esta distopía, Irie se avergonzaba al descubrir que ese territorio de accidentes a ella le sonaba a paraíso. Sonaba a libertad.

-¿Dí, me entiendes?  Yo sé que me entiendes.

Y con ello realmente decía: ¿Hablamos el mismo lenguaje? ¿Somos del mismo lugar? ¿Somos iguales?

Irie le apretó la mano y asintió vigorosamente [...]. ¿Qué más podía hacer aparte de decirle lo que él quería oír?

-Sí -contestó- por supuesto que sí, sí, claro que sí. 

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Zadie Smith, White Teeth, London: Penguin Books 2001, pp. 407-408

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