GUSTAVO PÉREZ OCAMPO
Se marcharon las últimas lluvias...
El corazón como un pez ahogado en su propia luz,
perdido en su propio laberinto, herido en su propia
pena,
alza sus deseos locos, i no sabe si en el cielo
o en el olvido están los últimos salmos errantes.
Se marcharon las últimas lluvias...
Los ojos se llenan de una lejana melancolía,
i las manos húmedas de las últimas rosas,
i el pecho quebrantado como un cementerio
donde está enterrada la soledad.
¡Ah, los vagabundos, los poetas i las alamedas infinitas:
todo está poblado de ansiedad (terco rocío,
padrenuestris i polvorientos poemas).
Irse las últimas lluvias,
es como rezar una oración en un idioma que no se
comprende.
Como coger una fruta i quemarse las manos.
Como salir a la noche i de pronto olvidarse el propio
nombre.
Como haber amado cien años i ver las cenizas de
nuestras cartas
cayendo de los tejados.
Así han podido irse las últimas lluvias;
aguas gozosas, hechas de furias i suspiros,
aguas frágiles, remotas, almas derretidas, azules.
Aguas cándidas que jamás han deletreado los signos
del sueño i sus fantasmas.
Es una sensación de mar quemado, esto de ver
cómo se van las últimas lluvias...
El hombre cimbrando sus recuerdos,
alcanza la última gota de esta destrucción,
i se sumerge entre estaciones húmedas,
atestadas de gentes indiferentes.
El hombre es un loco que persigue al tiempo: lo
detiene
i lo pierde, i como un niño se pone a llorar
al borde de su asombro.
Es lo que ocurre cuando se van las últimas lluvias.
El tiempo dispone sus caprichos. Amanece a la hora
justa
del amanecer. Enciende el rubor de los jardines,
i se va antes del anochecer
para coger el último tren de la eternidad.
Es una sensación de bosque iluminado esto de ver
cómo se están yendo las últimas lluvias...
--------------------------
Red. Mario Pantoja, Piedra sobre piedra: poesía cusqueña contemporánea,, Municipalidad del Cusco: Cusco 2000, p. 128
Se marcharon las últimas lluvias...
El corazón como un pez ahogado en su propia luz,
perdido en su propio laberinto, herido en su propia
pena,
alza sus deseos locos, i no sabe si en el cielo
o en el olvido están los últimos salmos errantes.
Se marcharon las últimas lluvias...
Los ojos se llenan de una lejana melancolía,
i las manos húmedas de las últimas rosas,
i el pecho quebrantado como un cementerio
donde está enterrada la soledad.
¡Ah, los vagabundos, los poetas i las alamedas infinitas:
todo está poblado de ansiedad (terco rocío,
padrenuestris i polvorientos poemas).
Irse las últimas lluvias,
es como rezar una oración en un idioma que no se
comprende.
Como coger una fruta i quemarse las manos.
Como salir a la noche i de pronto olvidarse el propio
nombre.
Como haber amado cien años i ver las cenizas de
nuestras cartas
cayendo de los tejados.
Así han podido irse las últimas lluvias;
aguas gozosas, hechas de furias i suspiros,
aguas frágiles, remotas, almas derretidas, azules.
Aguas cándidas que jamás han deletreado los signos
del sueño i sus fantasmas.
Es una sensación de mar quemado, esto de ver
cómo se van las últimas lluvias...
El hombre cimbrando sus recuerdos,
alcanza la última gota de esta destrucción,
i se sumerge entre estaciones húmedas,
atestadas de gentes indiferentes.
El hombre es un loco que persigue al tiempo: lo
detiene
i lo pierde, i como un niño se pone a llorar
al borde de su asombro.
Es lo que ocurre cuando se van las últimas lluvias.
El tiempo dispone sus caprichos. Amanece a la hora
justa
del amanecer. Enciende el rubor de los jardines,
i se va antes del anochecer
para coger el último tren de la eternidad.
Es una sensación de bosque iluminado esto de ver
cómo se están yendo las últimas lluvias...
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Red. Mario Pantoja, Piedra sobre piedra: poesía cusqueña contemporánea,, Municipalidad del Cusco: Cusco 2000, p. 128
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