domingo, 23 de octubre de 2011

Dobrobyt


















Bienestar
MATEUSZ CZARNECKI


No he sido banquero suizo ni campesino polaco en tiempos de guerra.
No colaboré con el servicio secreto ni atendí al rey de Inglaterra.

Conozco el sabor de la salchicha campestre, y no sé mucho de política. No me preocupa que me falte techo, porque mi casa de alguna manera se mantiene en pie. Y hago uso de la electricidad, que hace mucho ya que perdió el resplandor del lujo.
Sucede que a veces en alguna dependencia del estado me tratan fría y cruelmente, pero eso no está vinculado a asuntos que tenga en la conciencia. No es culpa mía el que no me persigan. Y asisto a una iglesia en la que cuelga una cruz impunemente.
Mis tiempos son más bien seguros. Las agencias funerarias trabajan por varios, y quienes hacen cola para ser atendidos por los especialistas del seguro tienen razón al decir que no debería haber colas, y siguen haciéndolas, abandonados, sabiendo que han sido abandonados.
¿Y qué hay con que el agua que tomo del grifo, de la tetera, sea la misma que hace falta en otro lugar? ¿En los confines de un mundo ya no mío, en los países del África postcolonial? ¿Qué hay con que mi paz haya costado regímenes y que en otra parte un hombre muera en lugar mío?
¿Si viniese aquí, pidiéndome agua, se la negaría acaso? ¿No le daría pan al hambriento, al huido?
Cuán problemática es mi inocencia. A nada le sirve. Todo lo justifica. En todo encuentra su causa.
¿Por qué cosas, pues, han de juzgarme aquellos que vendrán? ¿Por haber venido a ser parte de esta generación y por haber disfrutado de la paz que no alcanzó para ellos?
Soy hijo del universo y tengo derecho a estar aquí. Tengo buena voluntad, una cocina, una mesa y ganas de comer queso azul. Lo cierto es que también duermo bien, y no dudo en quedarme dormido.
Trato el pan del día como mi pan de cada día. Y boto las rebanadas con hongo directamente a la basura.


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Texto tomado de aquí.